Road to Iceland (the end)

Una pizca de tristeza se masca en el ambiente. Esta mañana llueve y los ángeles de Hveragerdi no están con nosotros. Bien desayunados, con todo metidito en nuestras maletas y concienciados de que este último día dura 43 horas, nos ponemos en marcha hacia la estación de autobuses. Nos mojamos en el camino pero llegamos a tiempo. Eso sí, si no miró hacia atrás hubiera llegado andando a Reikjavik. Mis compañeros llegaron a la estación de servicio donde para el autobús y pensaron que iba a hacer fotos a la nada bajo la lluvia y me dejaron seguir y seguir arrastrando mi maleta. Es lo que tiene ser un explorador. La chica de la gasolinera habla español. Ha estado tres veces en Alicante y en unos días vuelve a España con billete solo de ida. Habla español como yo inglés si hubiera estado 500 veces en Inglaterra.  Un taxista nos tranquiliza informándonos de que, por según le chiva su smartphone, el autobús aún tardará siete minutos en llegar. Ainnnns.

1900 coronas cobradas con tarjeta nos trasladan hasta la capital y de camino nos secan la ropa. Fuera de los cristales hace un día de perros. Cualquiera diría que es pleno enero… en Sevilla. Una señora muy señoreada y vestida de negro, antes de salir del autobús, protege su voluminoso peinado con una bolsa de plástico transparente. Hasta aquí llegan los influjos almodovarianos. ¡Qué grande es Españañañaña!
En Reikjavik tenemos que hacer un transbordo y coger el 5 para llegar a la estación central. Durante la espera conocemos a James Fraymes, el lateral izquierdo del IBV Vestmannaeyjar, equipo que este año ha jugado la previa de la Europa League. Le invitamos almorzar con nosotros y le aclaro que si viene a jugar a España, como desea, no debe tomar «the wrong way» sino jugar en el equipo sevillano que juega este año en Europa. Gudrun nos espera en la estación y tras dejar el equipaje en la consigna, nos lleva por turnos en su coche al centro de la ciudad.

En el restaurante de un hotel monísimo de la muerte almorzamos por unos 16€, incluyendo la invitación a dos de nuestros ángeles de Hveragerirdi. Nos han llevado de la mano y han hecho posible que nuestras pertrechas carteras de funcionarios no sufran más de lo justo y necesario. Al terminar nos despedimos de Brynja que ha venido expresamente a comer con nosotros y del futuro jugador del Betis.

Ahora toca shopping. Nos damos una vuelta por algunas de las calles del centro buscando algunos regalos. Es sorprendente lo caro que resulta cualquier fruslería. Por poner un ejemplo: camiseta de recuerdo a 21€ o imán de barco vikingo para el frigo a 5€. En el paseo gasta-kronars nos sorprende comprobar lo que ya nos habían adelantado: los islandeses dejan en la puerta de las cafeterías bajo la lluvia a sus bebés dentro de los carritos. Isa, ¿qué te parece?

Tras despedirnos de Gudrun, dos taxis nos llevan justo a tiempo a recoger nuestro equipaje y poner rumbo a un lago de aguas termales, Blue Lagoon. Se trata de un lago artificial a la sombra de una central geotérmica. Sus aguas blancoazulinas, las rocas volcánicas que lo rodean, el agua caliente incluso cuando hace un frío propio del vuelo bajo del grajo, los vapores sulfurosos y la cerveza a 6€ hacen de este sitio, un lugar digno de ser visitado, incluso a pesar de los 33 euros de vellón que cuesta, en temporada baja, la entrada más barata. Ejem, termina hoy por suerte.

Al salir llamamos a un taxi-furgona que por unos 60€ nos lleva a los siete al aeropuerto. Allí nos quedan varias horas de espera que no se hacen demasiado pesadas. Es curioso comprobar que las empresas de alquiler de coches prohíben entrar en la parte más aislada y despoblada de la isla. Es que hay zonas de Islandia donde si tienes un problema, tienes un problema. Facturamos con la premonición de que nuestras maletas no llegarán a Madrid y pasamos al Duty Free a buscar los últimos regalillos. Maribel tranquila, in extremis, pero llevamos tus cremitas.

A eso de la una de la mañana cogemos rumbo a Düsseldorf donde llegamos casi 4 horas más tarde y una cena de juguete más en el estómago. Un par de horas más de transfer y pillamos nuestro último vuelo camino de Madrid. En el autobús que nos acerca a nuestro avión cedo el asiento a una chica embarazada. Al sentarse escribe en su whatsapp a su amor: «¡Qué casualidad, me acaban de ceder el asiento!». Ella escribe y yo no puedo evitar leerlo, todo sea dicho. En la escalerilla del avión le digo que yo también espero un bebé. Ella lo tendrá antes, en julio, y ha decidido tenerlo en España. Se queja del frío y distante trato de los ginecólogos germanos y de que aquí se dé a luz a fuerza de empujones sin ni siquiera un chupito de epidural. Ahora Lufthansa nos agasaja con una especie de desayuno de juguete a base de tortilla con escupitajo de espinacas. Riquísimo.

Blue Lagoon

Blue Lagoon


En Madrid constatamos que nuestras maletas se encuentran en algún lugar de Europa distinto de Barajas. Bueno, tardarán dos días pero llegarán. Rotas pero llegarán. Ya solo queda un cercanías gratuito hasta Atocha, paseo y almuerzo rápidos por Huertas y vuelta a Sevilla en AVE. Han sido 8 días, miles de kilómetros y un chorro de buenos momentos. La experiencia ha sido inolvidable y además como colofón esta tarde beso a mi chica y vuelvo a sentir los movimientos de Carlos en su vientre. ¿Qué más se puede pedir?

Acerca de Antonio González

Profesor de Física y Química. Actualmente trabajo en el IEDA como profesor de adultos online.
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4 respuestas a Road to Iceland (the end)

  1. Tal como lo cuentas me han entrado ganas de irme para allá, vamos a ir juntando porque por los precios que dices no se podrá ir en plan precario. Gracias por compartir los buenos momentos vividos. Besos

  2. Antonio González dijo:

    Vosotros tenéis la cartera preparada para Islandia y mucha más, jajajaja. Muac.

  3. Gema dijo:

    Gracias otra vez por tu crónica que me saca risa y nostalgia al mismo tiempo

  4. Antonio González dijo:

    Eso es un 2×1. Jajaja. Gracias a ti Gemma por leerme. 😉

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